La historia de los huevos de Pascua

No lo neguemos, a todos nos da ilusión romper un huevo de Pascua, descubrir la sorpresa y disfrutar de un delicioso chocolate. Pero sabemos de dónde viene esta tradición? en esta nota les contaremos la historia de los huevos de Pascua.

Símbolo de vida

Desde la antigüedad, el huevo fue sinónimo de fertilidad, esperanza y renacimiento. Dentro de la mitología egipcia, lo encontramos en la historia del ave fénix, el cuál se quemó en su nido y volvió a renacer más tarde a partir del huevo que lo había creado en un principio. También los hindúes sostenían que el mundo había nacido de un huevo.

Su relación con el cristianismo

En la época medieval, la Iglesia prohibía a los católicos practicantes comer huevos en Semana Santa, o sea, en la semana que precede a la Pascua. Todos los huevos que ponían las gallinas durante esos siete días se guardaban y se decoraban para dárselos después a los niños el día de la Pascua de Resurrección.

El huevo de chocolate

Esta invención se la tenemos que agradecer al rey Luis XIV, el “Rey Sol” (siglo XVIII). Al parecer él mismo le pidió a su pastelero que realice unos huevos especiales hechos de crema de cacao para celebrar la llegada de la primavera.

El huevo con sorpresa: la viuda Giambone

La viuda Giambone era dueña de una chocolatería en el centro de Turín. En el año 1725 aproximadamente, se le ocurrió regalarle a sus nietos una canasta con paja y huevos de cacao. Los mismos fueron realizados rellenando las cáscaras vacías de huevos de gallina con chocolate líquido y miel. Como fue muy bien recibido entre sus nietos, presentó la idea en su taller y los nuevos huevos de Pascua tuvieron tanto éxito que enseguida se convirtieron en una tradición destinada a extenderse por todo el mundo.

Su producción industrial

A comienzos del siglo XX, en Turín, se patentó la producción en serie de los huevos de Pascua de chocolate gracias a los pasteleros de Casa Sartorio. Ya que los mismos crearon un molde cerrado con bisagras que se colocaba en un aparato capaz de girar rápidamente. De esta manera, el chocolate se distribuía de forma uniforme creando dos mitades perfectamente complementarias. Una vez fríos, se podían decorar a gusto antes de ensamblarlos, creando un auténtico huevo de Pascua. Esto también les permitió introducir una sorpresa en el huevo, costumbre que se extendió rápidamente hasta el boom de la posguerra. Originalmente, las sorpresas del interior de los huevos de pascua eran animalitos de azúcar.

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