A la hora de pensar en platos, una de las primeras cosas que se les viene a la mente a los cocineros es: el emplatado. Cómo emplatar correctamente; cómo combinar los ingredientes armónicamente, y poder lograr el atractivo final.
Muchos chefs dan sus consejos y cada uno tiene su estilo particular de hacer las cosas, algunos prefieren lo simple, otros lo complejo. Unos lo clásico, otro la vanguardia. Unos, pocos elementos al plato, otros muchos. Sin embargo, la clave es buscar el atractivo del producto y no vender falsas promesas. Para poder iniciarse en el arte del montaje, lo esencial es la práctica y aprender tantos estilos como se pueda. A continuación, unos consejos para aquellos que deseen ir más allá de lo común:
Leer revistas y libros temáticos
Un buen cocinero debe inspirarse y buscar ideas, basándose en los diseños de otros chefs. Así es como muchos empezamos y de tal manera, vamos puliendo nuestra técnica hasta lograr algo más personal. Existe una amplia disponibilidad de excelentes revistas, páginas de internet y libros de autor con ejemplos que lograrán abrir nuestra mente hacia un mundo más artístico.
Saber lo básico acerca de “cómo emplatar”
Todo lo relacionado al equilibrio, unidades, punto focal, flujo y altura que deben tener los platos es fundamental a la hora de para iniciarse y tener más experiencia.
No dejar de practicar
La mejor forma de hacer bien las cosas es practicarlas una y otra vez. Es el único camino seguro para dominar bien una técnica. Si queremos tener un estilo propio, debemos practicar con cientos de platos hasta lograr la perfección. Gracias a esto logramos mejorar nuestro pulso, atención a los detalles y eficacia al emplatar.
No sobrecargar
Si bien decorar un plato es la firma de todo chef, todo tiene un límite. Es normal que al principio no nos agrade demasiado la manera en la que emplatamos, pero la idea es evitar colocar elementos que opaquen la belleza de lo simple. Menos es más.
Fundamentar el emplatado
El cocinero no pone elementos en un plato porque sí, sino porque justifica su armonía y sabor. Cada ingrediente debe tener una razón para estar ahí: ya sea porque combina muy bien (salsas ácidas con postres muy dulces) o porque queremos intensificar el aroma (bouquet o ramas de hierbas frescas) o simplemente por el contraste del color (colores verdes sobre colores tierra o rojizos). La clave es evitar excusas como: “lo coloco porque se ve bien” o “porque me gusta”. Ningún cocinero está obligado a poner elementos porque sí, ya que detrás de cada plato hay un trabajo de sabores, mezclas y atractivos que otorgan esa “magia” a los platos.
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